Sevilla es bella

Todas las notas de turismo se inician aclarándole al lector que, dada la gran cantidad de puntos de interés que alberga el destino en cuestión, será realizada una selección arbitraria y rotunda en la que muchos de estos puntos resultarán excluidos.
Esta nota no es la excepción, más aún, la muletilla se vuelve particularmente cierta en el caso de Sevilla, una ciudad cuya fundación se atribuye a Hércules y luego a intervenciones más comprobables como las cartaginesas, romanas, visigodas, islámicas y castellanas. Una ciudad que floreció gracias al papel central de su puerto en el intercambio comercial de España con sus colonias en Indias (Argentina entre ellas), pero que conserva en su arquitectura, su música, su literatura y manifestaciones culturales en general, la delicada impronta islámica de cuño bereber (año 712) y la misteriosa influencia gitana (S XV). Una ciudad apasionada, de toreros temerarios como Ignacio Sánchez Mejías y tablaos honrados por el garbo de la “Niña de los peines”. Una ciudad cuyo casco histórico es de los más extensos de España, cuya noche desmiente la idea de que la movida es sólo madrileña y cuyo clima mediterráneo acoge con benévola hospitalidad al turista en cualquier época del año.
De Sevilla veremos algunos de los monumentos más representativos: la enorme catedral y su Giralda, el Alcázar, la Torre del Oro, la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería y el barrio de Santa Cruz. Dejaremos de lado todos los parques y jardines, el Archivo de Indias, la imponente Plaza de España, la Tabaquería por la que se florea la Carmen de Bizet y edificios como La Adriática o el Hotel Alfonso XIII (ambos de José Espiau y Muñoz) sobre los que usted podrá informarse en el sitio turístico oficial que la ciudad promociona en Internet. Veremos también, por supuesto, las alternativas nocturnas y las promesas de una gastronomía que nos ofrece “tocino del cielo” para el postre.

La Catedral de Sevilla es la catedral gótica más extensa del mundo. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987. Se empezó a construir en 1443 sobre los restos de la demolición de la antiquísima Mezquita Aljama de Sevilla y a lo largo de los siglos se le fueron adicionando partes y elementos decorativos, con lo que además del gótico tardío inicial pueden observarse en su arquitectura rasgos renacentistas, barrocos y clásicos. El conjunto monumental de la catedral lo complementan la Giralda, el Patio de los Naranjos y la Capilla Real. En la Capilla Real pueden admirarse algunas pinturas de Murillo. Allí se hallan enterrados Alfonso el Sabio y Pedro el Cruel, entre otros miembros de la realeza. La tumba de Cristóbal Colón se encuentra en el brazo derecho del crucero de la Catedral.
La Giralda es el campanario de la Catedral y la torre emblemática de la ciudad. Mide 104 metros de altura. Los dos tercios inferiores de la torre corresponden al alminar de la mezquita demolida a finales del siglo XII, en la época almohade, mientras que el tercio superior es un remate renacentista construido en época cristiana para albergar 25 campanas, cada una de ellas bautizadas con un nombre.
En su cúspide se halla una tinaja sobre la cual se erige la escultura de bronce más importante del renacimiento sevillano: el Giraldillo, que oficia de veleta.

El Alcázar es el palacio real en funciones más antiguo de Europa. Alojó primero a las dinastías árabes que le dieron parte de la bella forma que hoy ostenta, y luego a los sucesivos monarcas españoles hasta la actualidad. Sus estancias más destacadas son el Patio de las Doncellas, patio principal de arte mudéjar andaluz; la Sala de Carlos V, con grandes tapices, Salón del Emperador, con azulejos del S. XV y tapices flamencos, y el Salón de Embajadores, cuya cúpula semiesférica adornada de arabescos la convierten en la habitación más importante del Alcázar.
La Torre del Oro sirvió como atalaya y también para hostigar al enemigo. Consta de tres cuerpos, el primero de los cuales fue construido hacia el año 1220 por los árabes, mientras que el último, cilíndrico y rematado en cúpula, se debe al ingeniero militar Sebastián Van der Borcht y data de 1760. Está situada en la margen izquierda del río Guadalquivir, junto a la Plaza de toros de la Real Maestranza y su nombre se debe al efecto de brillo dorado que produce su reflejo sobre el río.
La Plaza de toros, más allá de la opinión que le merezca al lector la tauromaquia, es una de las más antiguas de España y uno de los centros de atracción turística más populares de la ciudad. Se empezó a construir en 1749 haciendo honor a la arquitectura mudéjar y su construcción finalizó en 1881, sin integrar por eso otros estilos en forma notoria.
El barrio de Santa Cruz es un antiguo barrio ubicado en el casco histórico, quizá el más pintoresco de la ciudad. Albergó la segunda comunidad judía más importante de España, hasta que en 1483 los judíos fueron expulsados y las estrechas calles del barrio entraron en decadencia. Fue remodelado recién en el S. XX por lo que consiste ahora en una mixtura de casas de estilo sevillano con patios señoriales y balcones con barandillas art nouveau.
Hasta aquí la arquitectura. Ahora la noche y la gastronomía que en Sevilla van de la mano.
Usted puede salir de tapeo con su familia, en pareja o solo, y disfrutar de la infinidad de pubs, bares y salas del centro de la ciudad. Si gusta de los bodegones coma en los de Santa cruz: gazpacho, jamón serrano y pescados fritos en oliva en verano; guisos varios cuando el frío acecha. Si quiere seguir de ronda, elija la zona de la Alameda con un ambiente más alternativo o la zona de Triana con mucha “solera” y bares de marcha. Allí está la calle Betis, donde abundan los bares de música flamenca. Sin embargo, si su admiración por el tablao sobrepasa esta oferta, sepa que cada dos años se realiza la Bienal de flamenco que tiene como escenario los diversos teatros existentes en la ciudad.
Tenga Ud. un buen viaje por la bellísima Sevilla.~

Texto: Soledad Franco
Imágenes cedidas por Turismo de Sevilla
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