El edificio del ex-Hotel Tourbillon, construido en 1930, supo conjugar una arquitectura ecléctica, preponderante en la Mar del Plata de principios de siglo XX, con el modernismo. Como resultado, la edificación presentaba una escasez en sus detalles estilísticos, expresada en la disposición aleatoria de los balcones, el revestimiento del basamento, propio del romanticismo, desalineado e irregular, y la cubierta de tejas con una baja pendiente.
Ubicado en una esquina, entre la costa que enfrenta al mar y la terminación del parque San Martín, se imponía en la geografía del lugar con una potente volumetría escalonada e intersectada.
Con la intención de recuperar el valor patrimonial, el ex-Hotel Tourbillon experimentó una intervención y ampliación. Teniendo en cuenta la sencillez y economía de recursos del edificio original, el estudio Lacroze-Miguens-Prati, proyectó que la implantación fuera la disposición de volúmenes y lineamientos en relación al sitio y al paisaje.
Reconociendo a este frente costero como un remate del parque San Martín, la nueva edificación supo lograr una gran coherencia con el contexto, sumándose al cambio de alineamiento de los edificios existentes hacia el norte.
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Con la clara intención de respetar la propia historicidad del edificio, se procuró que la ampliación no generara una diferenciación profunda de lo nuevo sobre lo preexistente, ya que se podría haber alterado la naturaleza de la edificación, distorsionando su integridad. En este sentido, para diferenciar los volúmenes existentes de los nuevos, se utilizó un tratamiento cromático leve en las superficies.
Por otro lado, las condiciones del terreno no permitieron que la ampliación se ubique de forma independiente a la construcción del ex-hotel.
Pero esto no hizo que la nueva edificación se convierta en una mera sumatoria de niveles gracias a que se trabajó como un volumen retirado de la fachada. Para lograr el retiro del cuerpo superior, se diseñó un sistema de núcleos de circulación vertical, que en la porción inferior del edificio, las escaleras y ascensores ofrecen sus accesos y salidas hacia el frente del edificio; en tanto, en los pisos superiores, sus accesos y salidas son ofrecidas hacia el contrafrente, logrando retirar los estares y comedores hacia atrás. De este modo, se consigue que el volumen implantado se retire del frente sin desnaturalizar la arquitectura del conjunto existente.
Con este retiro del frente, se logra una diferencia funcional. Una planta baja que resulta de mayor extensión y superficie que los pisos superiores.
En lo que respecta al contrafrente, se realizaron trabajos que permitieron equiparar las calidades y características de diseño en los aventanamientos, como así también las molduras o aleros que rematan cada uno de los volúmenes de la edificación.
En las esquinas, el revestimiento presentaba líneas irregulares, entendidas como desvíos del proyecto original, el cual establecía que el material pétreo fuera utilizado para otorgar basamento a la composición.
Con la intención de recuperar la coherencia con el resto del diseño, se realizó un alineamiento del basamento, haciendo honor al autor y al proyecto original. Sin desvirtuar la identidad del conjunto, se enaltece la sobriedad del nuevo edificio.
Los balcones fueron preservados íntegramente, por ser considerados como elemento característico del ex-hotel. Asímismo, fue respetada la aleatoriedad de la composición. En contrapunto, en las ventanas debió practicarse, forzosamente, un reordenamiento para lograr equilibrar y unificar la visión en su conjunto.
La superficie de las aberturas es más pequeña, para otorgar visuales adecuadas a los estándares actuales de relación interior-exterior frente al mar. En consecuencia, se sumaron aberturas en vez de agrandarlas, intercalando y asociando los aventanamientos de manera de respetar la grilla original.
En su conjunto, tanto balcones como ventanas, procuran optimizar las vistas al mar. Con este objetivo, los balcones de la nueva construcción se encuentran a 70 cm por debajo del nivel del piso, logrando no obstaculizar la visual.
En cuanto a los techos de cuatro aguas originales, de pendiente rebajada y poco expresiva, se presentaban como meras tapas de volúmenes. Con el fin de priorizar el movimiento moderno del edificio existente, los techos de tejas fueron reemplazados por terrazas. En tanto el alero, de color teja, que culmina el nuevo edificio, otorga integridad a todo el conjunto.
Si bien su uso trocó de hotel a un edificio de residencia, la conservación del nombre, Tourbillon, que significa torbellino, tan representativo y anclado al sitio, como las aspiraciones europeizantes de la sociedad de su época, se propone impetuosamente perdurar en la vida marplatense. ~
Texto: Leandro Arévalo
Fuente y fotos: Lacroze Miguens Prati - Arquitectos
www.lacrozemiguensprati.com