La experiencia sensible

Es sabido que la arquitectura actual se inclina por viviendas de líneas modernas, techos planos, paredes lisas, volúmenes puros y grandes superficies vidriadas. Muchos argumentos dan cuenta de tal inclinación: por ejemplo, exceptuando las constantes enunciadas, la filosofía que alienta esta arquitectura prioriza el modo de vida imaginado por los propietarios y las posibilidades que ofrece el entorno de volverlo efectivo, por lo que la forma es más bien libre; el resultado de una búsqueda de la que el estilo se revela, en todo caso, como una consecuencia. La forma surge entonces del encuentro del deseo del cliente y el imperativo moderno de fusionar edificación y naturaleza, un encuentro cuya vocación compartida es más evidente en los barrios que proliferan en las afueras de las superpobladas urbes en los que el paisaje lo es todo.
La simpleza formal, la luz colmando los espacios amplios e indivisos, las zonas intermedias como galerías y terrazas que diluyen la división con el exterior al igual que los vidrios que suplen paredes, todas son facetas que la arquitectura contemporánea pone al servicio de un ideal: la vuelta a lo esencial, la experiencia sensible de habitar un lugar que aguarda el aporte visual y apela al tacto, al gusto, al oído y al olfato de sus moradores para definir sus funciones.

Si a estas características añadimos el munífico grado de confort de una tecnología que permite atemperar y hasta suprimir incomodidades ambientales (como el doble vidriado hermético que refrenda la aislación térmica y acústica), y la generalización del uso de materiales sustentables, prácticos y nobles a la vez, se entienden los fundamentos del traslado del concepto de lujo desde lo evidente de una señorial verja de hierro al sigilo de una puesta de sol.
Así, haciendo honor al canal que la bordea, la casa de Apa muestra su temple de crucero en la solidez del hormigón que los paños vidriados desmaterializan hasta hacernos rumiar la infantil pregunta sobre cómo algo tan firme parece capaz de flotar. La misma condición subyace al ordenamiento de las habitaciones del nivel superior, semejantes a camarotes con vistas a la piscina que conquista con su centralidad la extensa galería en la que descansa la parrilla, transmitiendo serenidad a las áreas sociales de la planta baja.
A la fachada rectangular revestida en un nude cementicio corresponde en el interior una zona pública de dimensiones más que generosas acentuadas por la preeminencia del off-white en las columnas, en las escasas paredes y en los cielorrasos. El piso lustroso de cerámicos y la nitidez del vidrio refuerzan el efecto de espacialidad.
De una anchura inusual, la escalera de peldaños de madera en voladizo que asciende a la privacidad de las habitaciones también se halla ceñida en vidrio; el mismo material encinta cada dormitorio para llenarlo de luz y hacer de los canales navegables y la vegetación la clave estilística que invita a renegar de la excentricidad per se.
Los muebles son huestes del minimalismo; la madera, que guarece gran parte de la cocina e interrumpe el piso de mosaicos del área social para sectorizar un estar cuya única reminiscencia al pasado familiar es la alfombra, manifiesta su nobleza con independencia de cualquier intención rústica. La iluminación imprime calidez; apenas irradia escondida en spots o asoma tímida en la cocina por medio de discretas lámparas industriales. Las camas de los cuartos son bajas y la paleta de colores excluye tonos estridentes. Los baños deslizan quizás una concesión a seriedad clasisista en sus mesadas de negro mármol, desmentida por la claridad que entra a raudales y la transparencia de las mamparas que no velan zonas antes escamoteadas a la mirada, como la ducha .
Con el cielo para ver, el viento para escuchar, las texturas de los distintos materiales para tocar, el cuero de los sillones o la madera para oler y el tributo al paladar que la parrilla y la cocina (por dar sólo dos ejemplos) ponen al descubierto, la casa que con amarra propia engalana y, al mismo tiempo, exprime la belleza natural del nordelta como un material insoslayable de su diseño; enseña que habitarla es una experiencia cooperativa en la que el componente humano (la experiencia sensible) dota de sentido a la estructura, al mismo tiempo que ésta se presta como hoja en blanco, para alentar el encanto de ese lujo que es escribir la propia historia.

TEXTO: María Soledad Franco
FOTOS: Eugenio Valentini

[ PROYECTO y dirección]
Arq. Alejandro Apa
Staff: Arq. Guillermo Almiron, Arq. Eduardo Parajua, Arq. María Laura Vélez, Arq. Verónica Spagnol, DG Guadalupe Martínez Andreu
Construcción: Stieglitz

[ INFORMACIÓN ]
Tipo de proyecto: Vivienda unifamiliar
Ubicación: Barrio Náutico, Tigre
Superficie del terreno: 1.300 m²
Superficie construida: 560 m²
Año de construcción: 2013