Aloe vera: mitos y verdades

Dicen que la usaba Cleopatra y fue conocida en Egipto como la planta de labelleza y la eternidad; dicen que Alejandro Magno se habr ia curado una heridamortal con un unguento hecho de su pulpa; en China y en America se leatribuyeron tambien

Paisajismo 05 de abril de 2011 Espacio&Confort

A partir de que el modelo tradicional y occidental de medicina se vio obligado a convivir con medicinas alternativas, algunas plantas como el aloe vera o el gingseng se volvieron objeto de culto, y tantas cosas se han dicho sobre ellas que es difícil saber qué hay de cierto y qué hay de falso en el rubro.
Para probarlo basta con poner aloe vera en cualquier buscador de la web y se obtendrá como resultado una bibliografía tan amplia como inconsistente sobre el tema. A continuación les ofrecemos un informe basado en el libro del Dr. Marc Schweizer, Aloe Vera. La planta que cura, quien hace un relevo completo (y fundamentado a través del acopio de investigaciones fiables) de las virtudes que hicieron posible que esta planta iniciase el difícil recorrido que la sustrajo del ámbito de lo legendario para resembrarla en el científico, con resultados más que fértiles.
Ante todo habría que tener en cuenta que, si bien existen cerca de 350 variedades de aloes en todo el mundo, de entre las que podemos obtener en nuestro país, es la llamada aloe barbadensis, o aloe vera de Linneo, la que sirve para los usos cosméticos que la han hecho famosa. Este aloe es fácil de distinguir: alcanza una altura media situada entre 60 y 90 cm; sus hojas, de 40 a 50 cm de largo tienen púas en sus bordes y un ancho de entre 6 a 10 cm en la base. Ahora bien, es fundamentalmente el gel contenido dentro de las largas hojas lo que hay que utilizar, a saber: estudios recientes demostraron que la aplicación de gel en la piel cansada acelera de 6 a 8 veces la producción de fibroblastos humanos, que son los responsables de la fabricación del colágeno, y que esto retrasa el envejecimiento de la piel y la aparición de arrugas; además el gel del aloe posee fantásticas virtudes de rehidratación, cicatrización y astringentes. Para obtenerlo sólo hay que sacarle a la hoja la corteza y las espinas, luego frotarla directamente en la piel o, en su defecto, extraer la pulpa-gel con una cuchara y distribuirla por el área a tratar. Sin embargo, cabe aclarar que para gozar de estos beneficios, no sólo es indispensable que el aloe sea de la variedad ya descripta, sino que tenga 3 o más años de vida. Además es recomendable cortar las hojas más cercanas a la raíz de la planta, porque son las que poseen las propiedades en un mayor grado de concentración. El aloe alivia también quemaduras solares, disminuye la aparición de estrías y un uso prolongado puede eliminar las manchas de la piel y mejorar la apariencia de la dermis afectada por psoriasis. Hasta aquí lo estético (aunque en el límite con la salud) y también hasta aquí lo que puede hacer y comprobar cada uno en su casa.
Vale la aclaración porque, yéndonos ya al aspecto estrictamente medicinal, las posibilidades de la planta, más allá de ser interesantes, parecen ser casi mágicas: hay investigaciones científicas que sostienen que el aloe es un excelente antiviral, que cura alergias, abscesos, adicciones, y se podría seguir enumerando males hasta llegar a los que empiecen con z. Es posible (no lo aseveramos ni lo ponemos en duda) que una planta que lleva tras de sí toda una tradición de curaciones milenarias tenga efectos benéficos sobre la salud, pero es poco probable en cambio que se llegue a ellos a través de tisanas caseras. En pocas palabras, no se aconseja comer o beber aloe vera sin consultar a un profesional.
Un uso más de la enigmática planta: por su elegancia salvaje y la facilidad con la que crece (es asombroso los meses que aguanta sin ser regada) es recomendadísima para la decoración de interiores.~

Texto: Soledad Franco
Fuente: Aloe Vera. La planta que cura. Marc Schweizer

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