Después del furor que causó como corto en los festivales de cine obteniendo 40 premios internacionales, su posterior estreno como largometraje en las salas comerciales hace un año consagró a la película Medianeras como una referencia obligada a la hora de hablar de las múltiples sensaciones que encierra la vida en la gran ciudad. Si bien su director Gustavo Taretto se define como un apasionado de la arquitectura de Buenos Aires, no propone una mirada indulgente o romántica de la ciudad. Nada más lejos, de entrada somete al espectador a la contemplación de una incómoda secuencia de imágenes fijas que dan cuenta casi tipológicamente de todo lo que conforma el paisaje urbano. Edificios pequeños junto a otros gigantes, una casa racionalista al lado de una “poco pensada”, tendidos de cables, aires acondicionados, publicidades, son parte del decálogo de elementos que a esta altura hemos perdido de vista. Mientras la voz en off de los protagonistas de la historia desarrolla un monólogo con afirmaciones del tipo “Buenos Aires es una ciudad superpoblada en un país desierto” o “Cuanto más progresa el abecedario menos categoría tiene la vivienda” que, aunque suenen pretensiosas, no dejan de ser completamente taxativas.
Tanto en el guión del corto homónimo (2004) como en la extensión para el largo protagonizado por Javier Drolas y Pilar López de Ayala, más allá de la historia de amor Taretto quería volcar otros intereses: “durante mucho tiempo me dediqué a fotografiar la ciudad. Y lo que más me llamó la atención fue encontrar relaciones entre la arquitectura y las personas que la habitan, ver que existe un condicionamiento de ida y vuelta. Por ejemplo, en la conformación de la ciudad se puede observar cómo todas las etnias que han llegado, se traducen en la arquitectura de Buenos Aires. Hay partes que parecen Francia, la gran vía de España, pasajes de Italia y otras que no se parecen a ninguna otra parte. Pero también como la arquitectura refleja esa dificultad que tenemos para ponernos de acuerdo, no podemos ni siquiera coordinar cómo hacer una cuadra. Son muy pocas las ciudades del mundo en las que vas a encontrar en una misma cuadra un edificio de diez pisos, dos casas que tienen cien años, un supermercado chino y otro edificio de diez pisos. Los argentinos vemos en todo la posibilidad de una polémica y cada uno vive como si estuviera solo.” En ese sentido el arranque de la película es fundamental porque nos obliga a adoptar un tiempo de expectación al que no estamos acostumbrados, por negar quizás esa idea.
Al mismo tiempo, Medianeras es una película romántica que cuenta la historia de dos sujetos que son claramente el uno para el otro, pero que de tanto buscar el amor ideal, andan sin encontrarse. Por un lado está Martín, un diseñador web que diez años atrás se sentó frente a una computadora y nunca más se volvió a levantar. Vive en un monoambiente repleto de muñecos de colección, libros y su reciente adquisición: un masajeador de espalda digno de un taxista. Mariana, en cambio, alquila un departamento que por “cinco escalones ridículos” devino en dúplex, terminó una relación de 4 años y aunque es arquitecta todavía no ha logrado construir nada. Aunque son vecinos, no tienen chances de encontrarse salvo por unas pocas palabras por chat. Hace poco Gustavo leyó unas líneas de Luis Martín-Santos que bien podrían haber inspirado la película “ un hombre encuentra en su ciudad no sólo su determinación como persona y su razón de ser, sino también los impedimentos múltiples y los obstáculos invencibles que le impiden llegar a ser.” En ese sentido, Medianeras, al lograr hacerlos visibles se convirtió en la gran fábula de amor de nuestros tiempos y, como ya lo dijimos, indiscutible material de consulta.
Fuentes y fotos: www.medianeras.com
Texto: Daniela Camezzana