CINE. La película El hombre de al lado se cocinó puertas adentro en la mítica Casa Curutchet, pero se encargó de llevar la lectura de Le Corbusier más allá de sus paredes.
No hace falta estar frente a una pantalla para reconocer a un personaje de película, pero sí el talento y la voluntad de un guionista como Andrés Duprat para que finalmente esa historia llegue a la pantalla grande.
La película El hombre de al lado está inspirada en la experiencia personal del mayor de los hermanos Duprat, que un día se encontró (agujero mediante) cara a cara con su vecino. Pero sobre todo en la aventura que implicó explicarle al susodicho los motivos por los que no podía realizar la remodelación que tenía en mente. Como en la película, aún teniendo todas las de la ley consigo, Andrés volvió abrumado del primer encuentro por esa otra lógica que imperaba allá afuera. La película El hombre de al lado cuenta la historia de Leonardo, un diseñador industrial mundialmente reconocido por una silla, que vive en la única casa que construyó el gran arquitecto Le Corbusier en América junto a su esposa Ana y su hija Lola. Una mañana la tranquilidad del hogar familiar se interrumpe por el comienzo de una obra en la casa lindera. Su vecino Víctor pretende abrir una ventana porque necesita “un poco de ese sol que vos no usás”.
La tortuosa relación entre el eximio profesional interpretado por Rafael Spregelburd y el improvisado constructor Daniel Aráoz no tiene desperdicio; sin embargo falta mencionar un elemento que con el tiempo termina por ganarse el primer plano. La elección de la mítica Casa Curutchet como locación no sólo le otorga una cualidad plástica a la película sino que planteó brutalmente y por contraste la ruptura con cierto discurso que sostiene que en la ciudad no hay posibilidades de vivir de otra manera. Cuando los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat convocaron al actor Rafael Spregelburd le mencionaron de inmediato la locación como uno de los puntos altos del proyecto. “No conocía la casa y la verdad le puse mucha resistencia. Todos parecían tan enamorados de la casa que yo, espíritu poco doméstico, decidí vigilarla con recelo. Pero su misterio es magnético.”
Íntegramente filmada en la Casa Curutchet, la película no pretende contar la historia de la casa o su autor; esta obra da un salto cualitativo al permitir que el espectador entienda la propuesta del arquitecto por medio de una experiencia visual. Spregelburd sostiene que “La decisión de filmar en la Casa Curutchet fue determinante. Habiendo una sola locación se pudo lograr un ideal cinematográfico poco frecuente: el de filmar las escenas en orden cronológico. Para el actor, esto es una bendición, ya que puede construir su conflicto de modo más sensato, como lo construiría en la vida. Pero por otro lado, vivir en la Casa Curutchet hizo que crear el personaje sea –a veces- simplemente habitar esta escenografía. La casa es un monumento; en cada una de sus rendijas suspira la modernidad sus últimos estertores. Es una experiencia prácticamente espiritual. La casa no es en sí misma cómoda o gentil; es más bien monstruosa, hostil, desaforada, pero nos obliga a pensar todo el tiempo cómo vivimos y por qué.”
En ese sentido, la película establece un diálogo en tiempo presente con la propuesta de Le Corbusier implantando los usos, costumbres y problemas de una familia posmoderna. Demostrando la vigencia de la necesidad de crear otros espacios para que la vida sea posible. Rafael lo define desde su tránsito por la casa “los valores de la casa están en sus detalles: Las alacenas de la cocina tienen ventanas de vidrio para que tengas luz al buscar los fideos, el paisaje del bosque enfrente de la casa está enmarcado para que lo veas en escala humana y no como horizonte salvaje. Los espacios públicos (living, patios, paliers) son enormes y los privados diminutos, obscenamente íntimos. En fin, todos los arquitectos lo saben: cada decisión del gran Le Corbusier es un tópico en la historia de la arquitectura, que es la historia de cómo vive o pretende vivir el hombre.” Y la película una gran excusa para diseminar por el mundo esta mirada.
Texto: Daniela Camezzana